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VALORACIÓN DE LA AMENAZA YIHADISTA Y DE LAS ESTRATEGIAS DE RESPUESTA

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En su lugar, lo que cobra protagonismo destaca-

do en esta etapa es, en clave interna, la aplica-

ción de un esfuerzo sostenido en el tiempo que

ponga el énfasis en el terreno educativo y que

movilice recursos físicos y humanos en el terre-

no social, político y económico para garantizar

una plena integración de todos los que confor-

man cada comunidad nacional. Eso supone de-

sarrollar un enfoque preventivo que potencie

políticas orientadas hacia la reducción de las

brechas de desigualdad a niveles aceptables, re-

forzando el marco de derechos y libertades sin

exclusión para todos sus miembros. Hablamos

de la necesidad de reforzar sistemas educativos

incluyentes y de potenciar medios de comunica-

ción empeñados en evitar la propagación de la

xenofobia y el racismo; pero también de políti-

cas centradas en garantizar una verdadera

igualdad de oportunidades.

En clave exterior, el listado de tareas es igual-

mente extenso. Sin ánimo alguno de exhaustivi-

dad incluye:

– Exigirnos una mayor coherencia entre los

valores y principios que decimos defender y

el tipo de relaciones que mantenemos con

gobiernos arabomusulmanes escasamente

sensibles a las demandas de su propia po-

blación (Arabia Saudí sobresale en este sen-

tido como el caso más chocante). Atrapados

durante estas últimas décadas en un esque-

ma que prima la estabilidad de nuestros veci-

nos por encima de cualquier otra considera-

ción, nuestros gobiernos no parecen

dispuestos a apoyar decididamente las movili-

zaciones ciudadanas de nuestros vecinos, ante

el temor de encontrarse con interlocutores

indeseados que pudieran poner en peligro

nuestra seguridad energética. Esta es una de

las principales razones del antioccidentalis-

mo que se registra en amplios círculos de

opinión de esos países.

– Contribuir de manera más decidida a la eli-

minación de la doble vara de medida inter-

nacional que se viene aplicando desde hace

demasiado tiempo cuando se trata de enjui-

ciar el comportamiento de algunos países

(con el destacado ejemplo de Israel cuando

ha invadido en diferentes ocasiones territo-

rio soberano de sus vecinos, sin consecuen-

cia alguna; frente a ejemplos como la opera-

ción Tormenta del Desierto en 1991 para

obligar a Irak a abandonar Kuwait). Bien sa-

bemos que esa realidad, junto a la persisten-

cia del conflicto palestino-israelí, es utilizada

constantemente por los yihadistas para tra-

tar de justificar sus acciones violentas, pre-

sentándolas como la única respuesta posible

ante lo que interpretan como una discrimi-

nación contra los árabes.

– Evitar la demonización del Islam y del isla-

mismo radical. No solo porque ese tipo de

movimientos políticos han mostrado sobra-

damente que cuentan con un amplio apoyo

de las poblaciones locales –lo que supone

que están ahí para quedarse durante largo

tiempo y que no hay salida del túnel en el

que están sumidas estas sociedades si no es

contando con su participación–, sino por-

que la más elemental estrategia impone es-

tablecer una nítida frontera entre quienes

optan por la violencia y quienes la rechazan.

En esa misma línea, es altamente recomen-

dable establecer canales de diálogo perma-

nente con representantes autorizados del

Islam, aceptados y respetados en esas socie-

dades como socios preferentes para aislar a

los violentos.

– Emplear los múltiples y potentes instrumen-

tos nacionales y comunitarios –especialmen-

te significativos en el terreno comercial y fi-

nanciero, pero también en el ámbito de la

resolución pacífica de los conflictos– para